16 de noviembre de 2020

Me gusta la playa y los que van a la misma

Tengo la grandísima suerte de vivir cerca del mar, la verdad es que me fascinan las playas, cuanto mas solitarias y mas difíciles de llegar mejor

Salí del apartamento como todas las tardes, comencé el largo paseo hasta la orilla espumosa pero ya no tan cálida como en el veranito


Llega hasta mi nariz el olor a sal y el sonido rítmico del oleaje, como una droga apreté el paso, de pronto se extendió ante mí el azul, en movimiento, el desierto mojado

Me encanta contemplarlo, mojándome los pìes, desde el balcón de casa lo puedo observar a lo lejos, todo lo largo y ancho.
Extendí la toalla y me desprendí del playero quedándome solo con las bragas del bikini, me senté y comencé a untar sobre mi cuerpo la crema protectora solar, olía bien y la mezcla de olores me relajó todavía más, no había nadie de modo que también me quité la parte inferior del bikini, me excitaba la desnudez en medio de la nada. 

Me tumbé exponiéndome al agradable sol y una leve brisa me refrescaba de vez en cuando. Después de unos minutos, me di la vuelta y apoyé la cabeza en mis brazos cruzados, esperando a que él llegara, iba a recibirlo así como Dios me trajo al mundo 


Hacía un par de días, no era la única persona que disfrutaba de la soledad de aquella playa, un chico, más o menos de mi edad, paseaba por la orilla junto a su perro, la primera vez me pilló en el agua, pude observarle con tranquilidad y descaro y quedé prendada de él, vestía un bañador de pantalón de color beige militar y muchos bolsillos. Pude disfrutar de su magnífico torso bronceado, sus bíceps, su ancha espalda, su rostro, moreno de pelo con un corte irregular, pero moderno, ojos almendrados, nariz pronunciada, labios bastante carnosos ... Sí, queridos lectores me había excitado con tan solo verlo. 

El segundo día, volvió solo con su toalla y la extendió a unos metros de distancia, lo justo para poder observarme con detenimiento. Disfruté mientras jugaba con su perro, no hablamos nada, tan solo fueron miradas de deseo y sonrisas de complicidad.
Abrí los ojos y allí estaba, sentado en su toalla, a pocos metros de la mía y observándome. Sin querer me había dormido por unos minutos. Sentí un poco de vergüenza y me volví para incorporarme. Noté como las gotas de sudor recorrían mi pecho y un soplo de aire hizo que los pezones se alzaran. Sabiendo que él me observaba, recogí mi cabello en una coleta alta dejando expuestos a la vista mis pechos. Por el rabillo del ojo, noté un movimiento, un cambio de postura, quise pensar que le había excitado y que el resultado era una erección.
Me levanté para tomar un baño. Tenía mucho calor y necesitaba el frescor del agua para calmarme un poco. Aunque con él al lado era algo imposible, saber que eres observada, hace que te excites mucho más.

Mis pies rozaron la espuma de las olas y encogí los pies por el frío. De pronto sentí por las salpicaduras que alguien se aproximaba a mí, noté un roce en mi hombro y la piel se me erizó. Siguió bajando por mi espalda, subió por la curva de mi trasero y bajó hasta la otra nalga para después volver a subir hasta el otro hombro. Apoyé mi cabeza sobre su pecho y dejé que continuara el roce por mi clavícula, bajando por un pecho, rozando el pezón varias veces provocándome un hormigueo en mi entrepierna. Siguió bajando por mi estómago, rodeó el ombligo y continuó hacia abajo, por mi pelvis, hasta rozar el clítoris. Hizo a un lado el bikini y su ágil dedo se introdujo en mi hendidura ya mojada y separé un poco las piernas para dejarle más acceso, besó mi cuello y giré la cara para que se encontraran nuestros labios.

Me besó con ansia, Los dos bebimos el uno del otro, nuestras lenguas bailaban el mismo baile con el mismo ritmo. Me sentí impulsada hacia arriba como una pluma, giró y mis manos tocaron su cabello, mientras profundizaba más el beso, retiro su mano de mi entrepierna, para rodear mis pechos y acariciarlos.
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 Pensé que me darias una colleja, no sabía si estarías dispuesta a dejar que rozase tu piel.
 Estoy dispuesta a dejarte hacerlo y a mucho mas.

Trago saliva y sus siguientes palabras salieron con una voz ronca por la excitación que me hizo estremecer de placer. Recorrí mis manos por su torso sin dejar de besarle. Era bastante alto y tenía que ponerme de puntillas, pero eso no me importaba. Lo tenía ante mí, besándome y acariciándome con ansia.
Lentamente, nos fuimos introduciendo dentro del agua. Cuando nos cubrió hasta la cintura, mis manos entraron dentro de su bañador y
se me escapó un pequeño grito, su polla era enorme, acaricié con lentitud su verga erecta. Él siseó de placer y acogió en su boca uno de mis pezones. Lo succionó para después acariciarlo con la lengua.
Mis piernas temblaban de puro placer y ya no aguanté más. Necesitaba  sentir su miembro dentro de mí. Rodeé su cintura con mis piernas y mis brazos en su cuello. Era maravilloso tenerlo así de cerca, saborearlo, tocarlo, sentir la excitación que le provocaba mi cuerpo.

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Agarró con la mano su miembro y lo llevó a la entrada de mi sexo. Lentamente fue introduciéndolo en mí interior, provocando un dulce placer en mis paredes, haciendo que alzara mis pechos ante él y dejara caer mi cabeza hacia atrás.
Las olas movían mis cabellos, mientas él succionaba mis pechos y se adentraba más dentro de mí. Una vez estuvo por completo, me incorporé y comenzamos a movernos, friccionando mi clítoris en su pubis, entrando y saliendo su verga de mi sexo. Nos miramos un momento a los ojos y vi el placer en su rostro. Nuestros labios volvieron a juntarse entre jadeos. Él envestía con suavidad, lentamente, disfrutando del momento. Y yo me derretía de placer. Agarraba mi trasero y apretaba hacia él a la vez que su miembro entraba dentro mí.

Mi orgasmo se acercaba por momentos, pero quería que durase al máximo, la fricción que me proporcionaban sus embestidas eran increíbles y su lengua en mis pezones hacía que hormigueara mi clítoris el doble. No pude aguantar más y comencé a moverme más deprisa, necesitaba llegar al éxtasis cuanto antes.
Él notó mi ansiedad y no dudó en proporcionármela. Se agarró a mi hombro, mientras con la otra mano empujaba mi trasero hacia su verga. Era delicioso el placer que recorría mi cuerpo. Me hormigueaba toda la pelvis y el clítoris ya hinchado estaba a punto de explotar.

Comencé a sentir un ligero placer, seguido de otro más fuerte y potente por todo mi sexo y no pude contener el grito de éxtasis. Había llegado al orgasmo en cuanto él se movió más deprisa. Pero no me detuve, mi sexo estaba a punto de mojarse con su corrida. Comenzó a temblar y un desgarrador gemido de placer, salió de su boca.
No me soltó, siguió abrazándome mientras recuperaba el aliento con 
su frente apoyada en mi hombro.

- ¿Mañana a la misma hora?
- Desde luego.

Mañana, la siguiente y todas las que hicieran falta.Y aquí sigo esperando ...